¿Qué debemos practicar en el aula: mindfulness o meditación?

Podemos recurrir al pasado si deseamos renovar la educación. Dentro de la historia de la innovación en el medio educativo, también se encuentra una estela de primicias que son inéditas, tanto en lo legal como en lo educativo y esto sucede tanto en concepciones que son pedagógicas como en las metodologías.

Hay que destacar que el primer método de enseñanza que se utilizó no fue el diálogo socrático, sino la meditación ya que sus sentidos eran radicalmente diferentes. 

La enseñanza de la meditación no ha tomado como referencia didáctica el saber, sino más bien el ser. El saber no es el que define toda la educación, ya que apenas logra alcanzar lo interior de lo exterior.

De manera que es el ser el centro de la educación y su experiencia resulta la clave para ordenar el entorno, como si se tratara de leyes. En nuestra sociedad falsa del conocimiento, resulta crucial esta toma de conciencia y, como siempre, resulta más oportuna que nunca.

¿Tiene sentido la práctica de meditación o mindfulness en las aulas de colegios, institutos y universidades? ¿Es una moda que llegó y se quedará o pasará, como ha sucedido con otras?

En líneas generales, la educación esta centrada en la facilitación de aquellos aprendizajes que se consideran necesarios para que las nuevas generaciones logren desenvolverse tanto en su circunstancia social como en la cultural.

El objetivo general del docente radica en que, ajustado a las normas, facilite esos saberes como herramientas para que sean alcanzados. En un principio, numerosos de esos conocimientos fueron cuestiones que eran ajenas al estudiante y que los adquiría y almacenaba.

Desde el preescolar hasta la educación superior,  el propósito didáctico en las aulas consistió en la adquisición significativa y relevante, en conjunto con el desarrollo de competencias genéricas e instructivas, y para lograrlo, una de las claves funcionales radicaba en que el estudiante estuviese concentrado, atento.

De manera que, ¿quién se encargaba de facilitar a los estudiantes una herramienta que les ayudara a concentrarse? Visto de otra manera: para alcanzar el aprendizaje y la formación, el estudiante ha de estar tranquilo, sin presión y sin estrés significativo.

Pero, considerando que si la realidad que lo rodea no llega a favorecerlo, ¿cómo puede ayudarsele, cómo podría un docente orientar y facilitar su acceso a ese estado interior, tanto en la escuela como fuera de ella?

Estando conscientes de que nos encontramos inmersos en una sociedad sumamente tecnológica y globalizada que a la vez produce infoxicación e hiperestimulación de sus miembros, la dinámica que se origina en las aulas no coadyuva a dicho silencio, a la pausa, o a la serenidad que es necesaria para educarse lejos de los aprendizajes y conocimientos que son ordinarios.

De manera que, en medio de este contexto de aceleración y de exteriorización de las personalidades más allá de los deberes y derechos -del que los docentes también son partícipes-, se echa mano de la generación de climas de aprendizaje inmersos en elementos de control externos como por ejemplo: mandar a hacer silencio,  mantener el control del aula a través de la figura de autoridad del docente, entre otros métodos que se distancian de la verdadera meditación y buen estado mental y educativo.